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Eventos especiales

La pista de Amaia Salazar (Diario Vasco)

Start Date: August 14, 2014
Time: 12:00 AM - 12:00 AM

La pista de Amaia Salazar

La presa de Txokoto contiene el río Baztan a su paso por la localidad y es el emblema de la misma.

El éxito de las novelas de Dolores Redondo anima a parajes hermosos como truculentos en el valle navarro

El visitante que conoce ya el Baztan, ese valle navarro que se encarama en las primeras laderas de los Pirineos y que moja sus praderas en el joven Bidasoa, nunca pensó en ese lugar como un espacio de terror y crímenes abominables. Al contrario, lo veía como uno de esos territorios en los que nunca sucede nada, en los que, quizá, pudiera saltar la chispa de la violencia por algo relativo a unos lindes, o a un lío sentimental, o de herencias… Quizá, bueno, por eso podría correr la sangre.

El visitante daría por bueno que el Baztan tiene el misterio propio de las tierras fronterizas, los pasos tallados por los contrabandistas; y podría escuchar, lejano, el eco de las brujas de Zugarramurdi o de tantas leyendas que pueblan los bosques de personajes de la mitología vasca (o navarra, si nos sentimos muy oficiales en materia de decisiones políticas). Podemos dejarlo en mitología euskaldun, con el basajaun, el señor de los bosques, el Tarttalo, ese Polifemo local de un solo ojo, o las lamias, tan encantadoras como letales con sus pies de pato y sus peines de oro.

De eso sí había antes en el Baztan, pero ahora hay mucho más, desde que la donostiarra afincada en la Ribera navarra Dolores Redondo decidió convertir el valle en el escenario de los crímenes inventados por su imaginación. Y como lo negro gusta y vende, las dos primeras novelas de la trilogía del Baztan se han vendido como rosquillas, se han traducido a una veintena de idiomas y los productores suecos de la saga cinematográfica Millenium han comprado los derechos para llevar la obra de Redondo al cine.

El mérito es de ellas,

Y buena parte del mérito, además del indudable talento de la escritora para enturbiar el aire del bucólico valle, hay que atribuírselo a Amaia, a la inspectora Salazar, responsable del departamento de Homicidios de la Policía Foral. La joven, lista como el diablo y conectada con el mundo de la mitología a través de las raíces que la atan a la tierra, nos ha enseñado lo hermoso, muy hermoso, de este enclave navarro, y el peligro que encierra el ser humano. Aunque se disfrace de Tarttalo.

Pero el ser humano, además de malo, tiende a ser espabilado, y en estos tiempos de penurias, aguza el ingenio. Sólo así se puede entender que las autoridades turísticas del Baztan hayan puesto en marcha un proyecto de visitas guiadas fiel a la primera de las novelas de Redondo, ‘El guardián invisible’. Son dos rutas por Elizondo de poco más de dos horas que pasan por los lugares mencionados en la novela: la plaza de los fueros, las principales calles, la casa familiar de la inspectora Salazar, el puente desde el que se divisa la presa de Txokoto, símbolo del pueblo, la iglesia y la pastelería Malkorra, una leyenda más del valle por sus chocolates (y esta es una realidad). El segundo paseo recorre el cementerio, con su ángel pasota, y los alrededores de Elizondo.

De la segunda novela, ‘El legado de los huesos’, no hay aún visita, pero sería aconsejable a los viajeros que se desplazaran a la cercana Arizkun, aldea encantadora que, esta sí, oculta en las brumas del tiempo la brutal marginación de los agotes, ese grupo de gente maltratada durante siglos, arrinconados en el barrio de Bozate y obligados a entrar en la iglesia por otra puerta. En el libro se explica la historia de esta pobre gente, aunque sea de forma tangencial, pero anima a bucear en la historia y a saber más.

Vecino a Bozate se alza Erratzu, punto de partida de un sendero que conduce a la cascada de Xorroxin, un circuito circular de unos 6 kilómetros que lleva al nacedero del Bidasoa que bien pudo concitar la atención de las lamias. Y camino de la muga, Amaiur, otra aldea con mucha historia en su demolido castillo y que, como Arizkun, acumula palacetes y caseríos a ambos lados de la vieja carretera hacia la muga, hoy felizmente desviada a las afueras.

Si Amaia Salazar tuviera tiempo, que es poco probable, entre su trabajo, su marido escultor, su recién nacido hijo, los crímenes, su madre, su tía Engrasi, los líos profesionales, sus conexiones con el FBI y con el submundo telúrico del Baztan… quizá podría explicarle al visitante que hay mucho que ver en el valle, que merece la pena dedicar horas para visitar el alucinante (no hay otro adjetivo) embalse de Leurtza, la torre de Donamaria, los molinos, las cuevas de Sara o Urdax, los museos de Oteiza o Santxotena… por no hablar de Zugarramurdi, que es punto y aparte, o el hayedo del Señorío de Bertiz. Que no todo va a ser matar a lo bestia y averiguar quién ha sido.